VALORES Y CONTRAVALORES DEL CAMINO. Austeridad frente a despilfarro
«Más vale mendrugo seco con paz que casa llena de festines y pendencias» (Prov 17,1).
¿TE das cuenta de con qué poco se puede vivir? Hay momentos en el camino en los que, quizá porque faltan, te percatas de la cantidad de comodidades y facilidades que tienes al alcance de la mano en la vida diaria.
Evidentemente, no quisieras vivir toda la vida en las condiciones de exigencia del camino. Quizá ya no estamos preparados para ello. Pero lo cierto es que, si reflexionas sobre la dinámica que se pone en juego cuando viajas así, con poco, descubres que aporta en la vida algunas dimensiones que son muy interesantes para las pequeñas peregrinaciones de la vida.
La situación de exigencia te enseña a valorar las cosas. Cuando la sobreabundancia campa a sus anchas por nuestra vida, es difícil percatarse de las muchas oportunidades que están a nuestro alcance. Ahora quizás te parece que una ducha caliente, un colchón donde dormir o un lugar donde poder calentar la comida son un regalo, cuando es algo que en la vida diaria damos por sentado. Algunas veces, haciendo el camino en grupo y con la idea de no gastar mucho, reservas la opción de tomar una cerveza fría para algún momento especial. Entonces te sabe a gloria. Disfrutas el momento, el sabor, estiras la conversación, disfrutas la compañía… Lo mismo cabe decir de otras muchas cosas. Te vas dando cuenta, por una parte, de lo mucho que tienes a diario y, al mismo tiempo, de lo poco con lo que se puede vivir.
Estos días son una oportunidad para descubrir el valor de la austeridad. Hoy está difícil. Todo nos invita a comprar, consumir, acumular… Incluso, si te descuidas, en el camino nos podemos encontrar con cantos seductores para adquirir: camisetas, conchas, bebidas isotónicas en cualquier esquina, productos multiusos, equipaje multiaventura… Con todo, afortunadamente, la limitación del peso nos disuade de acumular nada. En este caso, la invitación será a adquirir objetos y bienes desechables. O nos rondará por la cabeza todo lo que vamos a comprar y gastar al llegar a Santiago.
Pero, si eres capaz de prescindir de ello y te planificas para vivir con poco estos días, probablemente irás descubriendo que vivir con poco no significa vivir peor. Quizás, al revés, vas ganando en desposesión y en una cierta despreocupación. Vas gustando la libertad de lo sencillo, la alegría de las cosas inesperadas, la fiesta de lo que uno no puede dar por sentado, el valor de cosas que no se pueden comprar ni transportar: bromas, conversación sincera, aliento, un paisaje, tiempo…
- A la luz de la sencillez casi obligada en el Camino, cabe una doble reflexión. Poruna parte, hay una cuestión muy genérica: ¿Qué es lo verdaderamente importante en la vida? ¿Y qué es lo prescindible?
- Por otra parte, y más precisamente en lo tocante a la austeridad…, llevo unos díascaminando y viviendo con poco. ¿Lo vivo como un valor o como una carga? A estas alturas puedo pensar que, cuando vuelva a casa, no voy a privarme de nada, o puedo pensar que realmente se puede vivir con poco, con menos, y eso es bastante más liberador.
Pobreza evangélica
No tener nada.
No llevar nada.
No poder nada. No pedir nada. Y, de pasada, no matar nada; no callar nada.
Solamente el Evangelio, como una faca afilada.
Y el llanto y la risa en la mirada. Y la mano extendida y apretada.
Y la vida, a caballo dada.
Y este sol y estos ríos y esta tierra comprada, para testigos de la Revolución ya estallada. ¡Y «mais nada»!
Pedro Casaldáliga
VALORES Y CONTRAVALORES DEL CAMINO. Gratitud frente a exigencia
«Que la paz de Cristo presida vuestros corazones, pues a ella habéis sido llamados formando un solo Cuerpo. Y sed agradecidos» (Col 3,15).
SI reflexionábamos estos días en torno al egoísmo o el encuentro, otro valor viene inmediatamente asociado a esto. Es la capacidad de agradecimiento frente a la actitud de protesta, tan frecuente en nuestras vidas.
Hay quien va por la vida –y por el camino–, exigiendo, creyendo que el mundo le debe todo. De verdad, hay quien es incapaz de entender el concepto de gratuidad o de acogida. He hablado con hospitaleros desencantados por todo lo que han tenido que vivir: Gente que llega a un albergue exigiendo de malos modos una cama y que no acepta dormir en el suelo o que el agua pueda estar fría. Gente que parece tener en los labios la palabra despectiva, el reproche o la protesta. He visto a algún peregrino avasallando a una muchacha que venía a abrir un albergue, porque la chica llegaba un cuarto de hora tarde. Hay gente que parece pensar que está haciéndole un favor al mundo por estar peregrinando, incapaces de percibir la parte de gratuidad y hospitalidad de muchos pueblos, habitantes y ayuntamientos. Gente que, con la excusa de que el camino también deja dinero en los lugares por donde pasa, vive con la lógica del cliente que ha de ser atendido con mimo. Gente que si, por casualidad, en lugar de en un albergue, tiene que dormir en un pabellón pone el grito en el cielo. Y podríamos seguir…
En la vida hay que ser agradecidos. Aprender a valorar las cosas que uno tiene o que le dan. Aprender a vivir un poco menos desde la exigencia de quien se cree con derecho a todo y un poco más desde la satisfacción tranquila de quien valora lo que encuentra. Sin exigir a los otros una perfección que luego no nos exigimos a nosotros mismos. Es evidente que fallarán mil cosas, pero es que la experiencia de peregrinar es una experiencia humana. Una cosa es ser crítico –y hay cosas que fallan, evidentemente, y que pueden mejorar siempre, y la capacidad para verlo y decirlo es muy necesaria–, pero otra muy distinta es ser criticón.
La gratitud te ayuda a vivir mucho más desde la alegría que desde la amargura, desde la valoración de lo que hay y no desde la nostalgia por lo que falta, desde la humildad y no desde la soberbia. Dicen que «es de bien nacido el ser agradecido». Me atrevería a decir que no únicamente es de bien nacido, sino que además es de «bien vivido». Es decir, que una vida agradecida es mucho más gozosa que el mal humor constante de quien no hace más que protestar.
Es hoy un día para dar las gracias por todo lo que has ido encontrando en el camino. Por todas las personas que te han hecho alguna jornada un poco más amable. Por quienes se preocupan de que estés bien. Por quienes encuentras. Por quienes te esperan. Por tener un techo, comida, ropa, medicinas. Es hoy un día para la gratitud por las gentes y las cosas del camino…
…y por las gentes y las cosas importantes de tu vida diaria.
¡Exulta!
Si tienes mil razones para vivir, si has dejado de sentirte solo, si te despiertas con ganas de cantar, si todo te habla
–desde las piedras del camino a las estrellas del cielo,
desde las luciérnagas que se arrastran a los peces, señores del mar–, si oyes los vientos y escuchas el silencio, ¡exulta!
El amor camina contigo, es tu compañero, es tu hermano…
Hélder Câmara