La etapa del Camino Francés de Palas de Rei a Arzúa es conocida como una de las más largas de Galicia, a menudo referida como «rompepiernas» por su terreno desafiante. Se extiende aproximadamente 28.8 kilómetros y tiene un nivel de dificultad medio, con un tiempo estimado de recorrido de alrededor de 6 horas y 45 minutos. La ruta ofrece 36 albergues para alojamiento​​.

Limpieza Laura- Rafa
Desayuno – Jorge
Comida -Esther
Cena – Julen

DIFICULTADES (y la manera de reaccionar ante ellas)

«Levanto los ojos a los montes: ¿De dónde me vendrá el auxilio? El auxilio me viene del Señor que hizo el cielo y la tierra (…) El Señor te guarda de todo mal, él guarda tu vida» (Sal 121).

Los primeros días del camino pueden hacerse muy duros. El cuerpo no está acostumbrado a un esfuerzo así de sostenido. Las agujetas pueden ser fuertes, sobre todo si uno no está acostumbrado al ejercicio físico, y descubres músculos que ni siquiera sabías que existieran. El día segundo y el tercero piensas que es inhumano, y quizá te arrepientes mil veces de haber venido. Luego el dolor remite un poco, y el cuerpo se va acostumbrando.

El cansancio se hace notar. Hay momentos en que una cuesta arriba se convierte en una malísima noticia. «¿Que hay que subir todo eso…?». Y se te abren las carnes sólo de pensarlo. O puede que sea la bajada lo que peor te sienta, sobre todo cuando las rodillas van perjudicadas. Entonces intuyes que cada paso te va a costar un mundo.

Lo de las ampollas es más difícil de predecir. Hay quien no tiene ninguna, quien tiene sólo al principio, y quien termina conviviendo con ellas desde el primero hasta el último día. Es verdad que ayuda llevar un calzado al que el pie esté acostumbrado, y luego hay multitud de recomendaciones más o menos valiosas (hay quien lleva dos pares de calcetines… y quien dice que eso es horrible; hay quien se da vaselina en los pies; hay quien se cura las ampollas con el viejo recurso de la aguja y el hilo; y quien se pone dobles pieles, de venta en farmacias…). Bueno, el caso es que a veces ves, con impotencia, cómo una pequeña ampolla se convierte en referencia inevitable, te quita el humor y hace que cada vez que pisas veas las estrellas.

Hay otras dificultades que pueden surgir. El clima puede ser amigo o enemigo. Puede diluviar de tal modo que, llegado cierto punto, vas chapoteando en el calzado; o puede hacer un calor de muerte (también puede ocurrir que tengas un día nublado muy agradable para caminar, ¿quién sabe?). Si estás acostumbrado a ciertas comodidades, tal vez te resulta muy exigente compartir dormitorio con un montón de gente –cuando no te toca dormir en el suelo–. Los ronquidos de algún caminante ruidoso se vuelven causa de desesperación. Si vas con un grupo, a veces cuesta amoldar todos los ritmos, y en situaciones así de exigentes la convivencia puede resentirse.

Además, en el camino estas dificultades no se pueden negar. No hay espacio para la evasión. Mañana hay que seguir caminando. No hay dónde esconderse. Así que, enfrentados con la dificultad, nos vemos desnudos, y en esa desnudez sacamos a la luz bastante de lo que somos. En general, el camino hace que salga a la luz lo mejor y lo peor de las personas (o ambas cosas a la vez).

Ante la dificultad caben muchas formas de reaccionar:

Cabe buscar culpables. Alguien a quien «odiar», a quien reprochar lo que ocurre, contra quien descargar la frustración (esto, cuando uno va con grupos o con guías, puede ocurrir.)

Cabe negar la realidad. La realidad es que me cuesta, que soy frágil, que quizá ni estaba del todo preparado, y que el camino es duro. Pero es más fácil buscar argumentos que expliquen la situación dejándome a mí bien.

Puede que la dificultad te lleve a cerrar los ojos al resto («¡como para ver el paisaje estoy yo…!») y a centrarte tanto en tu situación que olvides el conjunto. O puede que, pese a todo, puedas seguir viéndola en el contexto más amplio del camino y sus gentes.

Cabe incluso intentar poner a mal tiempo buena cara, sobre todo si voy con más gente y se trata de no multiplicar el mal humor con las quejas colectivas.

Cabe, en fin, aceptar la dificultad y afrontarla. Poner los remedios que se pueda, pero comprender que hay cosas que requieren tiempo, y dolores con los que hay que apechugar. Asumir que tocan momentos malos, porque es también parte del camino. Aprender a hacerse más humilde, con esa humildad de quien, descubriéndose limitado, aprende a aceptar la fragilidad propia y la ajena.

  • También en la vida cotidiana hay bastantes dificultades. En el trabajo, en la familia,en la amistad, en los aspectos más importantes de la vida.
  • ¿Cuáles son las mías?
  • ¿Cómo reacciono yo ante las dificultades: desde la frustración, la queja, la aceptación…?
  • ¿Es la mía una actitud positiva, de quien busca arrimar el hombro en las situacionesadversas, o es la situación egocéntrica de quien piensa que el mundo se detiene porque yo tenga problemas?

A eso

A eso de caer y volver a levantarte, de fracasar y volver a comenzar, de seguir un camino y tener que torcerlo, de encontrar el dolor y tener que afrontarlo…: a eso no lo llames adversidad; llámalo sabiduría.

A eso de saberte impotente, de fijarte una meta y tener que seguir otra,. de huir de una prueba y tener que encararla, de planear un vuelo y tener que recortarlo, de aspirar y no poder, de querer y no saber, de avanzar y no llegar…: a eso no lo llames castigo; llámalo enseñanza.

A eso de pasar días juntos radiantes, días felices y días tristes, días de soledad y días de compañía…:

a eso no lo llames rutina; llámalo experiencia.

YO MISMO (Limitaciones)

«Rogué al Señor que apartara de mí mis limitaciones. Y me contestó: “Te basta mi gracia; la fuerza se realiza en la debilidad”. Así que muy a gusto presumiré de mis debilidades, para que se aloje en mí el poder de Cristo. Por eso estoy contento con las debilidades, insolencias, necesidades, persecuciones y angustias por Cristo. Pues cuando soy débil, entonces soy fuerte» (2 Co 12,910).

SI hemos reflexionado sobre las propias capacidades, talento o virtudes, es honesto ser también conscientes de la propia flaqueza: los egoísmos, las manías, las intransigencias…

Hay que reconocer que, así como todos tenemos nuestras capacidades, también tenemos nuestros defectos y limitaciones. Y que junto a las luces aparecen las sombras. Aquello en lo que nos volvemos difíciles para nosotros mismos y para otros. Y hay limitaciones en el camino… y en la vida (a veces las mismas, a veces con acentos diferentes). Hay actitudes que no nos gustan en nosotros mismos. O hay que reconocer, en ocasiones, que no podemos con todo lo que querríamos. En el camino asoman muchas de nuestras mayores debilidades: el egoísmo, los desánimos, las rendiciones prematuras, la búsqueda de culpables –que no hay– para lo que es, simplemente, exigencia (lo que se hace cuesta arriba), el enfado contra uno mismo y contra el mundo cuando la realidad se nos vuelve áspera, o el mal humor que se contagia y desanima a cualquiera. Sí, somos humanos y, por tanto, imperfectos. Es necesaria a veces una cierta lucidez y capacidad de autocrítica. No para perseguir una perfección imposible, pero sí para no instalarnos en una indiferencia acrítica que hiera a otros o que haga nuestras vidas mucho más grises.

¿Cómo hablar de esas sombras de nuestra vida? Serán a veces defectos, a veces fallos, a veces sombras. Son manías, exigencias, dificultades para la relación o actitudes que hieren a otros… (En el lenguaje religioso se habla de pecado –que no es incumplir unas normas, sino algo un poco más hondo: dejar que crezca en la propia vida aquello que la vuelve mucho más triste; aquello que le hiere a uno y a otros; aquello que te impide vivir de veras, siendo la mejor persona que puedes ser (y «mejor» evoca plenitud). Hay gente a la que este lenguaje ya le tira para atrás. Pues no caigamos en esa trampa.

La reflexión hoy es sobre las propias sombras…

  • Esas formas de ser, de actuar, de comportarme y de valorar a las personas que mehacen vivir de algún modo a medias.
  • Esos rasgos, conductas, actitudes, que hacen peor la vida de los otros y, aunque nome dé demasiada cuenta, también hacen más mediocre mi propia vida.
  • Esas veces en que el egoísmo (la obsesión por lo propio) me impide ver a los quecaminan junto a mí.
  • Así, sencillamente, sin tener que complicarlo mucho. Los defectos que quizá tendríaque trabajar para superar (así como hay otras cosas en las que lo que toca es aceptar mis limitaciones, sin empeñarme en perfecciones irreales)

 

Balada del mal genio

Hay días en que siento una desgana
de mí, de tí, de todo lo que insiste en creerse
y me hallo solidariamente cretino
apto para que en mí vacilen los rencores
y nada me parezca un aceptable augurio.

Días en que abro el diario con el corazón en la boca.
como si aguardara de veras que mi nombre
fuera a parecer en los avisos fúnebres,seguido de la nomina de parientes y amigos
y todo el indocil personal a mis órdenes.

Hay días que ni siquiera son oscuros
días en los que pierdo el rastro de mi pena
y resuelvo palabras cruzadas
con una rabia hecha para otra ocación
digamos,por ejemplo, para noches de insomnio.

Días en que uno sabe que hace mucho era bueno
bah tal vez no hace mucho que salia la luna
limpia como un jabon perfumado
y aquello si era auténtica melancolía
y no este malsano y dulce aburrimiento.


Bueno , esta balada es sólo para avisarte
que en esos pocos días no me tomes en cuenta.

Mario Benedetti