Día 18 – Sarria

Sarria

El club

Saltamontes echó a andar rápidamente por el camino. Vio un cartel pegado a un árbol. El cartel decía: LA MAÑANA ES LO MEJOR. Pronto, Saltamontes, vio otro cartel. Decía: VIVA LA MAÑANA.

Saltamontes vio un grupo de escarabajos. Estaban cantando y bailando. Llevaban más carteles. –Buenos días—dijo Saltamontes.

– Sí –dijo uno de los escarabajos—hace una buena mañana. ¡Todas las mañanas son buenas!

El escarabajo llevaba un cartel. Decía: LA MAÑANA ES MÍA.

–Es una reunión del Club de los Amantes de la Mañana –dijo el escarabajo—todos los días nos juntamos para celebrar otra mañana fresca y brillante.

— Saltamontes, ¿te gusta la mañana? –preguntó el escarabajo.

–Oh, sí, –dijo Saltamontes.

–¡Hurra! –gritaron todos los escarabajos–. ¡A Saltamontes le gusta la mañana!

–Lo sabía –dijo el escarabajo–.  Lo adiviné por tu cara bondadosa. Eres un amante de la mañana.

Los escarabajos le hicieron a Saltamontes una guirnalda de flores. Le dieron un cartel que decía: LA MAÑANA ES DEMASIADO.

–Ahora –dijeron—Saltamontes pertenece a nuestro club.

–¿Cuándo reluce el trébol con el rocío? – preguntó un escarabajo.

–¡Por la mañana! –gritaron todos los demás escarabajos.

–¿Cuándo está el sol amarillo y nuevo? –preguntó el escarabajo.

–¡Por la mañana! Gritaron todos los demás escarabajos.

Dieron saltos mortales y se pusieron cabeza abajo.

Bailaron y cantaron:

–¡M-A-Ñ-A-N-A!  son las letras de la mañana.

–También me gusta la tarde –dijo Saltamontes.

Los escarabajos dejaron de cantar y de bailar. — ¿Qué dijiste?

–Dije que me gusta la tarde –dijo Saltamontes.

Todos los escarabajos se quedaron callados.

–Y la noche es muy bonita –dijo Saltamontes.

–¡Bobo! –dijo escarabajo y le quitó la guirnalda de flores.

–Estúpido –dijo otro escarabajo y  le arrebató el cartel a Saltamontes.

-¡Nunca, nunca puede pertenecer a nuestro club alguien a quien le gusten la tarde y la noche!–dijo un tercer escarabajo.

–¡ARRIBA LA MAÑANA! –Gritaron todos los escarabajos. Enarbolaron sus carteles y se marcharon.

• ¿Qué actitudes de nuestra sociedad o de nuestro entorno nos recuerda esta historia?
• ¿Qué importancia tiene el grupo, para reafirmarse en las propias ideas?
• ¿Piensas que hay alguna causa que merezca una adhesión absoluta?
• ¿Te has sentido alguna vez como el saltamontes?
• Si fueras de los escarabajos, ¿Qué pondría en tu cartel?
• ¿Piensas que en la sociedad actual se acepta al que piensa diferente?

Luego fue a Nazaret, a donde se había criado, y, como era su costumbre en sábado, entró en la sinagoga y se puso de pie para leer. Le pasaron el libro del profeta Isaías. Él lo abrió y encontró el pasaje donde estaba escrito: “El espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido para anunciar la buena noticia a los pobres. Me ha enviado para proclamar la liberación a los cautivos y dar vista a los ciegos, para darles libertad a los oprimidos y a proclamar un año de gracia del Señor”. Después cerró el libro, se lo devolvió al ayudante de la sinagoga y se sentó. Todos los que estaban allí tenían sus ojos fijos en él. Y empezó a hablarles diciendo: “Hoy se ha cumplido ante vosotros esta profecía”. Todos se pusieron a hablar bien de él y se quedaban asombrados por las palabras tan hermosas que salían de su boca. Decían: “Este es hijo de José, ¿no es cierto?”. Entonces les dijo: “Sin duda me aplicarán este dicho: ‘Médico, cúrate a ti mismo’. Y dirán: ‘Haz también en tu tierra las cosas que oímos que hiciste en Cafarnaún’”. Y añadió: “Os aseguro que ningún profeta es aceptado en su propia tierra. Por ejemplo, os digo de verdad que había muchas viudas en Israel en tiempo de Elías, cuando el cielo estuvo cerrado por tres años y seis meses, y hubo una época de mucha hambre en toda aquella tierra. Pero Elías no fue enviado a ninguna de aquellas mujeres, sino únicamente a una viuda de Sarepta, en la región de Sidón. Además, había muchos leprosos en Israel en tiempos del profeta Eliseo; pero ninguno de ellos fue curado, sino únicamente Naamán el sirio”. Entonces, todos los que oyeron estas cosas en la sinagoga se llenaron de rabia. Así que se levantaron, lo sacaron rápidamente de la ciudad y lo llevaron hasta lo alto de la montaña sobre la que estaba construida la ciudad para lanzarlo de cabeza desde allí. 30 Pero él, abriéndose paso entre ellos, se marchó. Luego bajó a Cafarnaún, una ciudad de Galilea, y los sábados enseñaba a la gente, que estaba admirada de su enseñanza, porque hablaba con autoridad.
Lc 4, 16-31

Te pedimos, Dios Padre,
que nos hagas tolerantes, con todos.
Que respetemos a los que no piensan como nosotros.
Que sepamos encontrar lo positivo de cada idea.
Que nunca encerremos nuestra libertad
detrás de ninguna pancarta ni de ninguna bandera.

Te pedimos que este Camino, que hoy comenzamos, nos
ayude a conocernos mejor a nosotros mismos, a los compañeros
y también a Ti.